Díganle adiós al mismo compás que este Rey Santo. Viren su cuello en sentido contrario al de la vida, con los pinreles pisoteando el presente mientras se han desvanecido los hechos pretéritos.
Cambien el almanaque, sustituyan el dos por el tres, a fin de cuentas no es más.
Brinden por los éxitos del pasado cada día; gocen gestionando el devenir viviendo con tres dedos de frente el tiempo actual que rima.
Caducaron las fechas del vigésimo segundo al igual que los latidos de Benedicto; vencieron los días, se cumplieron sus horas y aquende paz y posteriormente la gloria.
Primigenio del vigésimo tercero, pionero dominical, borrones en multitud, de contabilidad novedosa nada que lo vivido, manuscrito y exaltado ahí queda sempiterno.
Reconquisten sus vidas con la excusa del cambio numérico, aférrense a lo que les hace felices sin molestias ni menosprecios al prójimo más próximo con la sana intención de que pronto, a la unicidad del vigésimo cuarto,’ siéntanse en plenitud para afirmar y reafirmar que esta ha sido una superlativa anualidad.
Mientras, pórtense bien que Sus Majestades ya persiguen la Estrella y llegarán al Reino en escasa cuantía de fechas.