El 18 de julio de 1936, tras el Alzamiento Nacional, una multitud de obreros y militantes de ideología de izquierdas asaltaron como protesta numerosos templos de la ciudad donde fueron tristemente devastados, y con ellos, el patrimonio de las diferentes hermandades que allí residían.
Estos hechos afectaron principalmente al barrio de la Macarena y de la Feria, sector conocido por aquel entonces como el ‘Moscú sevillano‘, además de Triana y varias zonas de extramuros como San Roque o San Bernardo.
San Gil
En la noche del 18 de julio, los vecinos de la feligresía alertaron sobre un incendio intencionado en la parroquia de San Gil, quedando totalmente devastada. Se perdió las cubiertas de madera de las tres naves del templo, así como numerosos enseres e imágenes, destacando el titular primitivo de la Macarena, el Cristo de la Salvación, una Inmaculada de Duque Cornejo o la Virgen del Carmen de San Gil que estaba situada en un altar para la celebración de sus cultos. Además pereció las insignias de la corporación, un juego de manos del Señor de la Sentencia y de la Virgen del Rosario, los candelabros del paso de palio de la Esperanza y un retablo del XIX de la corporación sacramental.
Por fortuna, el Señor de la Sentencia y la Virgen del Rosario estuvieron salvaguardados en el almacén de la entidad, así como la Virgen de la Esperanza en casa de uno de sus hermanos. Hasta 1942 no fue abierta de nuevo al culto.

Santa Marina
Santa Marina ha sido uno de los templos más castigados a lo largo de su historia. Este incendio, de carácter intencionado por miembros del sindicato anarquista de la CNT, fue devastado el retablo del altar mayor, así como otro perteneciente a la sacramental de Santa Marina y a una Inmaculada atribuida a Duque Cornejo.
Se salvó de forma milagrosa la imagen del incendio la Divina Pastora y el lienzo de Alonso Miguel de Tovar, además de su propio retablo, donde además fue rescatada por sus hermanos y llevadas al hospital de los Venerables. Suerte similar corrió el grupo escultórico de la Virgen de la Piedad y el Señor Descendido en la Cruz de la Sagrada Mortaja, retiradas del culto días antes, y llevadas meses después al exconvento de la Paz, quedándose así como sede definitiva de la corporación del Viernes Santo.
Santa Marina no fue reabierta al culto hasta la década de los 80.
Omnium Sanctorum
Junto a San Gil y San Roque, Onmium Sanctorum fue el templo que se llevó la peor parte en estas revueltas. Solo quedó en pie, los muros, la torre y las portadas, reduciendo a cenizas el techo, el artesonado y los retablos, al igual que numerosos enseres.
La Hermandad de la Cena, que residía allí en esa época, perdió su apostolado y el paso del Señor de la Humildad y Paciencia, aunque pudo salvar sus imágenes titulares y el resto de los enseres, al igual que los de la Hermandad de la Reina de Todos los Santos.
La parroquia pudo ser abierta en 1940 tras una cuestación popular entre todos los feligreses y vecinos de la collación.
Monte-Sión
Otro de los templos asolados en estos disturbios fue la capilla de Monte-Sión. Por aquel entonces se utilizaba como almacén, ya que en 1931, los titulares recibían culto en la parroquia de San Martín.
La corporación perdió tanto la antigua talla del crucificado de la Salud como el apostolado del paso de la Oración del Huerto. Además los pasos fueron sacados a la calle y seguidamente fueron quemados. También se perdió otros enseres como la corona de la Virgen del Rosario y el libro de reglas.
San Juan de la Palma
Siguiendo por la calle Feria, otra de las sedes de las que fue víctima el movimiento anticlerical fue la iglesia de San Juan de la Palma.
Este templo no fue incendiado pero sí saqueado por multitud de asaltantes, la cual no dejaron ningún objeto de valor. Desapareció la Virgen de las Maravillas, titular de la corpòración de la Amargura y ubicada en el altar de la capilla sacramental donde reside la Inmaculada Concepción, y el paso de misterio del Desprecio de Herodes, donde fue sacado a la calle y quemado en una hoguera. También fue pasto de las llamas la parihuela y siete varales de plata del paso de palio, así como la cruz de guía y el simpecado.
Por fortuna, los titulares de la hermandad fueron cobijados en casas de los vecinos y hermanos de lajustify Ccorporación, así como el resto de enseres, destacando las maniguetas del misterio, siendo las actuales del paso del Señor del Silencio.
San Marcos
Tal y como relata el escritor Juan Pedro Recio en su libro ‘Las cofradías de Sevilla en la II República’, el asalto a San Marcos fue especialmente violento, ya que en él fueron asesinadas tres personas, dos de ellas arrojadas al interior de la iglesia ya calcinada.
Los asaltantes rociaron la puerta con gasolina y seguidamente fueron tiradas a ellas numerosas cerillas para prenderla. Desaparecieron las imágenes y retablos que allí aguardaban, incluida la Virgen de la Hiniesta de Castillo Lastrucci en 1933 y la Virgen del Rosario.
La capilla anexa de los Siete Dolores y Misericordia también sufrió numerosos desperfectos, aunque por fortuna no afectó a la Virgen de los Dolores de Montes de Oca y al Cristo de la Providencia, titulares en la actualidad de la Hermandad de los Servitas.
San Román
La parroquia de San Román fue también pasto de las llamas en la noche de aquel 18 de julio de 1936, donde se perdió la techumbre y la bóveda.
Los titulares de la entidad estaban situados al lado de la capilla donde residía entonces la Virgen de la Granada. La imagen de Nuestro Padre Jesús de la Salud estaba atribuida a Martínez Montañés, mientras que la Virgen de las Angustias era una talla también atribuida a Montes de Oca. En este incendio también fue devastado el paso del Señor de la Salud y una túnica de Rodríguez Ojustifyjeda. Recientemente se ha hecho una recuperación histórica de esta pieza, llevándola incluso el actual nazareno en su estación de penitencia del pasado año 2019 y para presidir el viacrucis de las hermandades en 2020.
San Roque
Una de las parroquias más afectadas fue la de San Roque. El 18 de julio de 1936 fue incendiado el templo por una muchedumbre exaltada, la cual incluso llegaron a amenizar la funesta escena con un trío musical. Solo quedaron en pie la fachada, los muros y la torre.
Los primitivos titulares, Nuestro Padre Jesús de las Penas y María Santísima de Gracia fueron destruidos al igual que una de las imágenes más devocionales en la capital hispalense en tiempos pretéritos, el Santo Crucifijo de San Agustín. El fuego también asoló con casi la totalidad de los enseres de la corporación, aunque se pudo salvar el paso del nazareno y la corona de la dolorosa.
San Bernardo
Otro de los templos afectados aquella noche del 18 de julio fue la parroquia de San Bernardo. Unos individuos rociaron con gasolina la puerta del templo, aunque por fortuna, el incendio no afectó a su interior.
Las imágenes del Santísimo Cristo de la Salud, María Santísima del Refugio, San Juan y la Magdalena fueron sacadas a la calle y quemadas en una hoguera. Se ensañaron especialmente con la talla del crucificado, donde fue arrancado de la cruz y posteriormente seccionado en varios trozos para que cupiera por la puerta de la iglesia.
La O
En el barrio de Triana, la parroquia de la O fue asaltada por un grupo de individuos. Entraron con las llaves del templo, donde fueron conseguidas en la casa del párroco tras sufrir una brutal agresión.
En el ataque, sacaron los titulares de la hermandad a la calle Castilla a la calle, donde fueron salvajemente mutilados y sacados sus ojos. La imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno pudo ser recuperada y restaurada por Antonio Castillo Lastrucci, al igual que la Virgen de la O Gloriosa.
Fotografías: Universidad de Sevilla, ABC y ‘Las cofradías de Sevilla durante la II República’.
Quisiera agradecer estos artículos, que muy lejos de tintes políticos o sectarios, son una mera exposición de unos hechos que debían sonrojar a todos los seguidores de estos cobardes que se ensañaban con imágenes y que debe ser conocido por todos
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