Pétalos de azahar en el suelo, fragancia primaveral, perfume de Sevilla.
Acolchado y acomodado en pesebre de azahar, luchando a brazo partido por despertar te soñé y entre sueños soñé ser madera de tu atril, soñé ser flor del ramillete delantero, soñé ser autoridad del reino.
Sintiendo esa fragancia primaveral te soñé soñando que soñaba ser piel, tu garganta, unicidad de tus cuerdas vocales. Soñé ser sevillana de tu pluma, saeta entrecortada, rima por terminar.
El perfume de Sevilla me hacía seguir soñando con tu palabra, con las previas, con los ecos primigenios de un Domingo de Ramos pletórico, con ese infante que ya prometía ser un buen cofrade, con un lunes y un martes y miércoles… Soñé con Sevilla de mantilla en tarde de Jueves Santo y entre sueños soñé con la Esperanza en la Madrugá más esperada, con un puente expirante,…
Entre sueños soñé ser tu pregonero, soñé exaltarle a tu Septenaria Grande y llevar tu nombre al mundo entero.
Entre sueños soñé ser Enrique Casellas en Domingo en mayúsculas, en pregonar tus calles, tus plazuelas, tus devociones y así, de primeras, anunciar que se acaba la espera.
Entre sueños soñaba pero desperté y lo hice para sentirte mientras a Sevilla le versas con el corazón abierto.
Tuyo el reino. Tuya la palabra. Tuyo el atril, Enrique, ¡pregonero!