Permitan la intromisión, permitan pues este dominical y permitan que les cuente lo soñado por este Rey Santo.
Somnoliente cuasi zombi atreví a caminar con extremada descoordinación hasta alcanzar la urna desde donde se hacen realidad mis sueños.
Nubes de algodón aparecieron descendiendo de las altas techumbres catedralicias hasta poblar mis alrededores con aires divinos y muy reconfortantes. Por suerte, Lobera cayó en mullidito colchón viscolástico de última generación. Ni el dorso de este Rey Santo ni ella sufrirán así desperfecto que los siglos comienzan a notarse en cada amanecida.
Volando y volando, deslizándose, planeándose sobre mi cerebelo aconteció un palio. Un palio con su inconfundible presencia, procedente de un barrio del reino, donde se mueven los palios instaurados en la veracidad.
Un palio, bajo él, Ella, radiante, reina dolorosa… entre imágenes difusas que iban y venían los sonidos, los ecos de un rachear perfecto, acompasado, de trabajo de verdad.
Un palio, Ella, el rachear de sus hijos y los inconfundibles soniquetes mágicos de sus bambalinas melódicamente con el crepitar de sus candelabros de cola y de fondo, a lo lejos, ganando presencia, inundando todo lo externo a Ella hasta hacerse interno, al unísono, un paquete completo y repleto de sentimiento, musicalidad y buen gusto.
El golpeo de la maza en el bombo me hizo izar y la ducha que tuve al comprobar que mi sueño soñado se estaba haciendo realidad.
Sevilla, un palio que camina y música de verdad. No se puede pedir más.
Sean felices y cumplan sus sueños.