Buena Muerte de San Julián

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Por María Sánchez Peña.

La medida del amor, es amar sin medida; ya lo decía San Agustín y desde entonces aprendimos a amar de esa manera desde el corazón ; tu misericordia Señor es eterna, tu amor desmedido nos hace partícipes de ti aún más.

Cuando roza la luz la ojiva de San Julián el cielo es aún más grande,  azul los ojos que te miran desde el antifaz anónimo, orando y queriéndote; seguir tu camino por callejuelas de la memoria de los veteranos del barrio, por todos los rincones del sentimiento inexplicable, por la muralla, testigo del momento. En tus manos está todo, en el llanto de María Magdalena, el desconsuelo inconsolable.

Madre Hiniesta, resplandeciente y dulce su rostro que a pesar de su amargura, nos coge de su mano. Cuando vuelva la golondrina oscura, y se abran las puertas, será de nuevo… Domingo de azul y plata.

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