Ya huele a nardos la catedral, se ultiman los últimos detalles para lo que ha de pasar…
Las terminaciones nerviosas tal vez no me dejen expresar todo lo que llevo dentro y requiere este Rey airear. A la mañana siguiente, al bendito clarear, el Reino se postra reverente en tu lento aunque demasiado breve caminar.
Ojalá salieras a extrarradio, ojalá al mundo entero llegar, que se enteren hasta en La Ponia por quién reiné sin rechistar.
Domingo con sabor a previa, ¡hay tanto que celebrar! ¡Hay tanto por disfrutar! ¡No olviden rezar!
El Niño de reojillo sonríe con su carilla pícara especial; no pareces de alerce, sin duda, una obra celestial.
¡Ya huele a nardos en estos eternos pasillos de mi Catedral!
Catorce días pasaron, desconté una a una las hojas del almanaque, atrás quedó tu Novena, solo quedan horas y yo, Fernando, de alguna manera, escaparé en silencio, y sin que nadie me vea y te acompañaré en el camino, te protegeré del mal nacido, suplicaré al cielo dando gracias por tu existencia, derrocharé lágrimas que empapen esta preciosa faz que Dios me ha dado a conservar, mientras atuso mis chorreras, y alegre, contento, feliz y con la “nerviosera”, exaltaré piropos callados de uno u otra manera, que mi alma expulsará al cielo, como reconquisté hace años el reino, dejando para ti, lo más hermoso de este planeta.
Se agotan las arenas en el desierto de mi corazón al ritmo constante que marca el reloj. Llegan las últimas horas…
¡Viva mi Virgen de los Reyes!