Este Rey Santo se ha levantado negacionista literario por atribuirme alguna definición. La sequedad inspiracional de la mañana le ha llevado al lanzamiento no olímpico de pergamino hecho bola, en su doble o triple acepción y arrojar semejante esfericidad al vacío no tan vacío tras varios desesperos.
Hablar de Sevilla sin hallar más motivo que Ella en sí misma, versar acerca de las festividades pasadas, las por venir o incluso “la caló” parecen recursos manidos a estas alturas.
Salgo de mi confort zonal, parece que llega, siento como se apodera lentamente, pausada y no calladamente… mi cerebelo me da muestras de que vuelve a estar presente. Lástima que la imagen seas tú.
Esta septenaria hemos vivido una aglomeración majestuosa para el reino; Sevilla como punto neurálgico del deporte rey. Dos colores, dos batallones de fieles y una cruzada deportiva de parangón y todo se enturbia por ti, espécimen.
Promulgo la terminología de espécimen, y lo hago a sabiendas que, algún gorrazo recibiré pero este Rey no comprende la necesidad del triste que, sin nivel, pretende zancadillear el proceso evolutivo del reino, de una ciudad que debe crecer y ser puntal cultural, social, industrial y mil veces al.
Sevillanito, tú qué tanto pregonas tu sevillanía, abandone el reino. Usted no es digno de gozar de las viandas emocionales que posee el reino al conformarse con vestir túnica nazarena para posar, hacer utilización de arrobas de Patrico para en la feria posar en caseta invitado, faltaría más y sin pagar, y criticar y criticar que Sevilla evolucione a algo mucho más.
Seguramente no me leerá, estará en proceso de preparación de su patilla para volver a posar, camino de Huelva a la mayor brevedad…
Perdonen pues mi calentar, la tinta ardía al manuscribir y no me pude resistir al recordar, tanta y tanta sandez cultural.
¡Evolucionemos a la voz de ya!