A tercer domingo de Cuaresma, la lluvia cesa

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Sea sabido por cuantos vieren esta carta que, en el nombre del Hijo del Altísimo, Nuestro Señor Jesucristo orante en el Monte, allá donde el olivar y bajo la protección de su Bendita Madre, la Santísima Virgen de la Esperanza, nos hallamos en el trío dominical de la Cuaresma, tiempo de piedad y recogimiento, de fervor y penitencia, en que el reino de Sevilla se adorna con devoción y honra los misterios de la Pasión del Redentor allá por la Calle Santiago.

Ved cómo, en noches que preceden a este día santo, la Virgen de la Esperanza, cual estrella en el río de Triana, es llevada a Santa Ana para que su Septenario ilumine el alma de sus hijos. Y cómo, en San Leandro, la Bondad del Señor camina entre su pueblo en piadoso Vía Crucis, mostrando la senda del sacrificio y la fe.

Sabed también que en San Jerónimo el Amor en su Divina Misericordia se ofrece al pueblo, y en la Milagrosa el Cedrón abre su cauce para que el Señor de la Esperanza lo cruce, como otrora el Salvador entró en la ciudad santa. No olvidemos que en la Estrella, en San José Obrero y en el Sol, los fieles besan las llagas de Cristo con veneración sincera, y en Servitas la Virgen Dolorosa enjuga con su manto las lágrimas de los afligidos.

Honremos, pues, a la Buena Muerte en su Instituto solemne, meditemos las Misericordias en Santa Cruz y glorifiquemos la Hiniesta con amor y respeto. Y en el Mercantil, donde el arte y la devoción se funden, contemplemos los dones con que Sevilla embellece su Semana Mayor.

Por tanto, proclamamos y disponemos que todos los fieles de esta Muy Noble y Muy Leal y Muy Mariana Ciudad guarden este tiempo con fervor, acudan a los templos, pues quien honra a Cristo y su Bendita Madre, honra también esta tierra de María Santísima y así, logren alcanzar y asentarse en esa felicidad plena que anhelo para la totalidad. Promulgado está. Sean felices.

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