A Su Santidad el Papa Francisco, Vicario de Cristo en la Tierra, Obispo de Roma y Siervo de los Siervos de Dios.
Desde la eterna morada catedralicia donde Dios me ha concedido el descanso tras mi servicio en la tierra, manuscribe este Rey Santo con el amor y la humildad de quien entregó su vida por la fe y por la unidad de los reinos cristianos. Lobera, que en su día blandió justicia y piedad, se doblega ahora ante Vos en súplica y en ruego fraterno.
He sabido que el morador de la Casa Consistorial del reino os ha hecho llegar una misiva, invitación para que visitéis esta ciudad que, con el favor divino, recobré para la Cristiandad en el año del Señor de 1248. Vuestra presencia en esta tierra que tanto amo sería un faro de esperanza y de gracia para sus gentes, y una confirmación de que la fe que en ella arraigó sigue floreciendo con vigor.
Os ruego, Santo Padre, que poséis vuestra mirada en la Santa Iglesia Catedral de Sevilla, ese majestuoso templo que se alzó sobre las piedras de la historia, testigo del encuentro entre culturas y de la grandeza del Altísimo. Bajo su techo reposan cuerpitos tan esplendorosos como los de mi primogénito El Sabio, Cristóbal el superlativo descubridor de todo un continente e incluso el de este Rey Santo, junto a mi Bendita Madre, Virgen de los Reyes, quien fue mi consuelo en la guerra y mi guía en la paz. Sevilla es, por la gracia de Dios, baluarte de devoción mariana, ciudad de templos, cofradías y fervor, donde el alma cristiana palpita con fuerza en cada esquina.
Santidad, no sería este una simple travesía, sino un retorno al espíritu de la Reconquista, un reencuentro con la memoria de aquellos que forjaron el Reino de Dios en esta tierra. Vuestro paso por Sevilla dejaría una huella imborrable en los corazones de sus hijos, que os esperan con júbilo y con anhelo.
Por ello, os invito con la mayor reverencia a honrar con vuestra visita esta ciudad.
Sed bienvenido a Sevilla, donde la fe, la historia y la devoción os aguardan con los brazos abiertos.
Que el Altísimo os guarde y os conceda salud y fortaleza en vuestro apostolado.
Y a los sevillanos, felicidad plena.
