Publicado por Por mandato de este Rey Santo, en este dominical de nieblas, lluvias y pesares:
Que las nubosidades, vastas y cargadas, que sobre la techumbre celestial del reino de Sevilla se asientan, hallen fin en su desbordar. Por estas letras ruego al Altísimo que cese el llanto del cielo que inunda los campos y las almas.
Sevilla, tan gloriosa y radiante, no ha de hallarse cubierta por velos de sombra y tormenta. En sus devaneos literarios siente este Rey la menesterosa necesidad de contemplar su luz singular, esa que desciende de los cielos limpios y resplandece en la piedra y en los corazones de sus gentes. Sin su claridad, la gloria de su conquista pierde brillo, y mi ánimo se vuelve pesado.
En eventualidades donde las sequías se desvanecen y las masas acuosas de reserva rozan su plenitud, me siento en el aposento de la duda de si la reconquista fue allá por donde el Guadalquivir serpentea o bien en tierras galegas o incluso, en su superlativo deambular mental, si fueron terrenos del Unido Reino en los que hube alcanzada la gloria, en digno sino campo de batallas.
Por la gracia de Dios y por este ruego, imploro que la lluvia descanse y que vuelva la claridad, pues Sevilla no puede ser sin su luz.
Traten de ser felices, a pesar de estas incesantes y constantes lloviznas.
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