A los bondadosos, leales y fieles súbditos de Sevilla,
Sea esta carta signo de mi corazón en vuestra presencia. Aunque el tiempo se extinguió, mi ser, sempiternamente vigilante entre vosotros, a quienes sois mi pueblo amado, mi ciudad conquistada y reino redimido para la cristiandad. Hoy, desde mi acristalada urna, en rincón catedralicio superlativo, en esta la eternidad que el Altísimo me concede, exalto lobera en mano mi voz, para promulgaros la honda emoción que habéis suscitado en mi alma tras la Procesión Magna de Clausura, ese acto que se alzó con la devoción y las fieles creencias al Altísimo, su Hijo y su Bendita Madre.
En los pasos que recorrieron vuestras calles, se halló reflejada no solo la fe de este Rey Santo, sino también el valor de aquella Sevilla que enfrentó pruebas y salió victoriosa. Cada imagen sagrada, cada rincón iluminado por la devoción de vuestras almas, fueron para mí bálsamo y alegría. Sentí en vuestro fervor un consuelo inmenso, una especie de rescate emocional que alivió las pesadumbres de la memoria, cuando enfrentábamos juntos, días de incertidumbre para liberar estas tierras.
No sabéis, sevillanos, cuánto os amo ni cuánto os agradezco. Habéis mostrado que sois herederos dignos de aquel Reino en mayúsculas que puse, con inestimable ayuda de mis tropas de arte, bajo el amparo de la Virgen María, vuestra Patrona y Reina. Habéis probado que el espíritu de la cristiandad sigue vivo en vosotros, renovado con esperanza y unidad.
Permitidme recordaros que Sevilla es mucho más que una ciudad de azahar y torres altivas; es un baluarte de fe, un faro de Esperanza a ambos limes de la arteria fluvial del mundo y que nunca debe apagarse. En vuestro ejemplo, otros pueblos hallarán fuerza, y en vuestra devoción, la firmeza para sostenerse en los tiempos adversos.
Que esta carta sea para vosotros testimonio de mi gratitud y mi afecto eterno. En cada oración que elevéis, en cada promesa cumplida ante los altares de vuestro amor, estaré presente, intercediendo por vosotros ante nuestro Padre Celestial que habita en San Lorenzo.
Sean felices y sigan rezándole al Cachorro.
