Carta del Rey Santo a lo Extraordinario

Avatar de Rey San FernandoPublicado por

Desde los acristalados aposentos donde reposan mis vértebras lumbares, tan reales y santas como el resto de mi ser, por la gracia divina conservados en la Santa Iglesia Catedral del Reino de Sevilla, envío mensajería en forma de vocablos encadenados a los pabellones auriculares de quienes osen contemplarlas con sus sentidos.

¡Oh súbditos leales de la Muy Mariana, sabed que en la verborrea de los sabios y en el curso del tiempo, “extraordinario” designa aquello que se aparta del orden común, que se yerga sobre el vulgo de lo usual, de lo cotidiano e incluso chabacano, como una cima que toca los cielos. No es el vocablo vano ni de aplicación ligera, mas debiera reservarse para los actos y portentos que, con su raridad, embelesan los ánimos y encienden en las almas la admiración.

En mi vida, por la gracia del Altísimo, fui llamado a lo extraordinario no por virtud propia, mas por su divina Providencia que me escogió para afianzar Su reino en esta tierra. ¿Qué es extraordinario sino el justo arrojo del caballero que, Lobera en mano y corazón contrito, restituye los altares a la luz de la fe verdadera? ¿Qué sino el esfuerzo continuo que vence la desesperanza y el pecado, y coloca a las criaturas bajo la custodia del Altísimo?

Detengo mis palabrería para versar sobre lo vestusto de alzar a Lobera en homenaje anual. Casuísticas del pretérito, demasiada sangre derramada entre señores de honor de aquella temporalidad. A la fecha presente, y oteando el entramado bélico del mundo, sea de buen paladar dejar en el olvido tamaña demostración y envainarla con honores para la posteridad y que no se haga ostentoso el presumir de armas. Los infantes del reino solamente deben conocer lo romántico de la Historia hasta que en su crecimiento discurran acerca de la totalidad de lo acontecido y desechen la utilización de cualquier utensilio armamentístico hasta desarrollar la capacidad de destruir intereses estériles y muy poderosos, causantes primigenios del derrame de sangre inocente en otros lares.

Prosigo pues…

Ved, empero, que lo extraordinario no reside solo en los grandes empeños de los hombres. Cada criatura lleva consigo una chispa que, al contacto del amor divino, puede brillar como un astro en la bóveda celestial. El labrador que ara la tierra con honradez, el sabio que persigue la verdad en los arcanos del conocimiento: todos, aferrados en su virtud, son extraordinarios a los ojos de quien juzga con justicia eterna.

No permitáis, pues, que la vulgaridad de la centuria presente profane este término con las livianas bagatelas del día a día. Reservadlo para aquello que, por su elevación o su rareza, eleva vuestras almas hacia lo eterno. No olvidéis que lo extraordinario es reflejo del Altísimo, que, por serlo todo, no es cosa alguna vulgar.

Así os exhorta Fernando, por la gracia de Dios, Rey Santo.

Sean extraordinariamente felices.

Deja un comentario