Traslado de expediente

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Así, aquende y allá, del Rectorado a Bellas Artes para regresar a sus orígenes, cual traslado de expediente de esos estudiantes titubeantes que no se aclaran con sus estudios. Así se traslada el Dios de la Muerte más serena de Sevilla y su bendita Madre.

Hombres y mujeres, hombros no faltaban para llevarlos y guiarlos por la senda sevillana de los estudios; la eternidad lineal de cruceros del Martes Santo se hace ínfima al lado de tanta devoción, de tanto amor, y por qué no, de tanta Angustia.

Su azulejo lo vio llegar, y marchar, sobre hombros hermanos, paso a paso, firmes y calmados en su totalidad. No había prisas ni campana que sonar. No había clases aunque la clase y la majestuosidad iban incluidas sempiternamente en el temario estudiantil.

Un palio, que entró rozando por los cuatro costaos ya aguardaba a su Madre. ¡Qué palio! Digno Altar para tamaña Madre de corazón infinito, tan sereno como el semblante perdido de su Hijo.

No había ruan negro, no procedía, pero se respiraba, se sentía y eso es sello, eso es un “Aquende estamos”.

Todo estaba hablado y sellado en Secretaría, la asignatura estaba convalidada y el traslado de expediente tramitado. Solo quedaba el camino, solo queda sentirlo, vivirlo, rezarles y aguardar una septenaria para que regresen por Derecho, tras alcanzar lo sublime en las Artes más Bellas, allá donde esos pórticos de medio punto, allá donde todo comenzó.

Permitan la osadía de este Rey Santo al reconocer que no es objetivo porque el manuscrito está elaborado desde el máximo cariño, desde el respeto absoluto y la admiración desmedida.

Sean felices como yo, Fernando, Rey y Santo, lo soy delante del Señor de la Buena Muerte.

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