Así, sin más y nada más. En un sueño. Habitando entre las nubosidades con el Giraldillo de mi cerebelo apuntando siempre a la quincena de agosto, a ese trono, a ese altar andante y a Ella.
Sueño entre nardos, respiro entre nardos y vivo y reino por Ella.
Bendita dualidad angelical que atravesaron muros catedralicios y obraron tamaña obra para Sevilla.
Angelicales manos que tallaron la cara de una Madre, las manos de una Madre, el alma una Madre. Luego Sevilla la hizo Reina y ella Rey a mí. Superlativa secuencia consecutiva e iterativa que sustentan la fe de un reino Muy Mariano.
¡No me despierten!
¡Déjenme seguir soñando!
Trío que parecen lustros ha pasado pero el regusto permanece perenne en el paladar de este Rey Santo con postales grabadas a fuego en las retinas de la totalidad de fieles, devotos, sevillanos todos.
¡Qué larga fue la espera!
¡Qué brevedad en tu caminar!
Déjeme capataz dar la penúltima chicotá, la que la deja mirando a su pueblo, a su reino, al mío. Permíteme sentir, permíteme sentir la felicidad. Que mis pies la guíen como Ella, faro y guía de mi santidad. Se lo debo. Se lo debo centurias a posteriori y nunca jamás alcance la gloria de poderla llevar.
Mientras… ¡déjenme soñar!
Y no… no quiero despertar.
Sean felices y abracen sus sueños.
