Regresan las melodías

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Se acabaron las fechas de silencioso letargo menesteroso reconfortador.

Se acabaron los días y las noches en las que aún degustaba fagocitando el penúltimo atisbo de turrón o el jugueteo entretenido con esa alícuota de almendra del último mantecado de Estepa que quedaba en la alacena catedráticos sin catar.

Se acabaron, ¡certeza plena!, y ya reinan y retumban sones de tambores, solos de cornetas; acordes y compases que sin ser, son pasacalles anunciantes de la totalidad de sensaciones que han de llegar y que se apresuran en los días tachados de un almanaque ya cambiado donde Sor Ángela de la Cruz aparece radiante y bondadosa.

Nocturnidades de “Si me pierdo que me busquen donde Sevilla es misterio…” Misterio, allá donde Sevilla implanta ministerio al compás de un redoble macareno, de un solo flamenco por Triana o en perdidos en algún barrio donde el barrio es solo barrio y las casas se quedan vacías de jóvenes que aspiran a tocar el tambor tras su devoción.

A la luz de una farola fernandina, bajo el manto de este frío que se adentra por las chorreras y degustando el sabor del silencio más profundo, añora este Rey Santo los primeros indicios del naranjo en flor como capítulo cero introductorio para que nuestra pléyade de sentidos se dispongan al unísono, puestos al disfrute superlativo que es Sevilla en primavera.

Mientras, abríguense que algún frío caerá y gotas por doquier deben también seguir los pasos direccionales de la gravedad para tratar así de subsanar la problemática acuosa que poseemos, o no poseemos, y que puede y tiene que conllevar el cierre del grifo de ese bendito fin que nos regaló en Altísimo en su creación.

Sean felices y no deben de soñar silbando esas primigenias marchas.

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