La O recupera los bordados del terno de las hermanas Antúnez

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La Hermandad de la O ha recuperado los bordados del terno de las hermanas Antúnez. Así se pudo ver durante el besamanos de la imagen, donde además de ha cambiado el soporte a terciopelo morado en el manto y saya en color marfil, colores originales de las piezas de 1891, sustituyendo al negro de las últimas décadas.

Tras varias consultas a diversos profesionales, y de plantear todas las opciones posibles, en la tarde del jueves 6 de abril del pasado año 2022, tuvo lugar la firma del contrato con Carla Elena Meléndez, responsable del taller de sucesores de Elena Caro.

La restauración del terno de las hermanas Antúnez

De las diferentes variables que se barajaron, se optó por tratar de recuperar y respetar el máximo posible de los bordados originales, pasándolos a un nuevo terciopelo, dado el deterioro y los defectos que presentaban.

El proceso de recuperación de los bordados se ha realizado aunando dos premisas: La continuidad en los procedimientos y técnicas tradicionales del bordado erudito sevillano y el empleo de los criterios científicos vigentes en materia de conservación y restauración de textiles. De igual modo se ha tenido como punto de partida la prioridad de uso de los bordados que justifica la naturaleza y alcance de las actuaciones que se han seguido. En consecuencia, se ha actuado buscando los principios de respeto máximo al original, mínima intervención y uso de materiales y técnicas tradicionales así como compatibles con la obra, buscando la recuperación de su uso dentro del ajuar de la imagen de María Santísima de La O y no sola y exclusivamente su conservación. De este modo, los tratamientos de restauración de los bordados se han ajustado en la medida de lo posible a los criterios de diferenciación y reversibilidad, reconocidos y aprobados de forma internacional.

Tras un completo examen y diagnóstico del estado de conservación del terno, se pudo constatar el nivel de deterioro y cual era el grado de afección y sobre todo el alcance de las alteraciones presentes en la obra. En función de esto se levantaron mapas y dibujos a escala natural para conservar escrupulosamente la disposición de los bordados sobre el soporte, antes de pasar a separarlos del mismo y colocarlos sobre bastidores donde sería acometida su intervención.

La propia naturaleza de los bordados propició el tipo y magnitud de los deterioros, observándose grandes cantidades de pérdida del envoltorio metálico de los hilos, haciendo visible su alma interior de seda amarilla. Por otra parte, La suciedad y los diversos procesos de alteración por oxidación y otros fenómenos químicos y físicos, habían oscurecido gran parte de los hilos conservados. De igual modo, se observaron grandes pérdidas de materiales como lentejuelas, canutillos etc. que formaban parte de la decoración más superficial de las piezas bordadas.

Con un carácter general, las actuaciones han tratado de mantener cuanto ha sido posible del original, pese a que estuviera parcialmente deteriorado, conservando así las pérdidas de envoltorio metálico, y sólo reintegrándose con oro nuevo aquellas zonas donde el hilo se había perdido completamente. En este punto es preciso señalar que el criterio de mínima intervención ha exigido que sólo se restituyan aquellas puntadas y zonas que se habían perdido, sin retirar nada de lo que se conservaba, cuando lo usual en este tipo de piezas es sustituir las pasadas de hilo completas cuando una parte de estas está deteriorada.

Para actuar de este modo ha sido clave la previa ordenación y recolocado de aquellos hilos que habían perdido su unión al soporte y se encontraban sueltos, permitiendo así delimitar las lagunas de hilo de oro más exactamente.

Las piezas que conservaban el hilo de oro se han sometido a un proceso de limpieza con medios químicos inocuos hasta recuperar en lo posible y sin alteraciones el brillo original.

Se han realizado de nueva factura en hilo de oro fino todas las ramas, tallos y espirales, los característicos “caracolillos” que el obrador de Guillermo Carrasquilla incorporó para dar coherencia a la reordenación de las piezas bordadas procedentes de la túnica y que originalmente habían sido ejecutados en giraspe amarillo, material que aparte de encontrarse muy deteriorado, se ha considerado desmerecía del original. De igual modo se ha realizado completamente de nueva factura toda la cenefa, que aunque era la original de la túnica de Nuestro Padre Jesús Nazareno, había llegado a nosotros en un estado irrecuperable, además de presentar graves discontinuidades y falta de coherencia por el proceso de adaptación que sufrió al colocarse en el manto y saya.

Cabe destacar que durante el proceso de recuperación se han podido documentar ampliamente las técnicas, puntos de bordado, composición y naturaleza de los rellenos y proceso de construcción de las piezas, lo que aporta un conocimiento esencial para la correcta puesta en valor de la obra, así como la extraordinaria riqueza y calidad de la decoración bordada.

Especialmente laborioso ha sido el proceso de restauración y recolocación de las lentejuelas y otros adornos que habían desaparecido casi completamente de algunas piezas. Recuperación que ha sido posible gracias a la documentación fotográfica histórica y al exhaustivo análisis de la misma.

Una vez concluidas las operaciones de restauración, se han colocado las piezas bordadas sobre el nuevo soporte de terciopelo siguiendo los mapas levantados antes del desmontaje de la obra. Todo el proceso ha sido intensa y minuciosamente documentado con fotografías, lo que permite un exacto y permanente conocimiento de la naturaleza y alcance de las actuaciones.

En conclusión, puede afirmarse que este proceso de recuperación de los bordados del terno de las hermanas Antúnez no sólo supone el renacer y puesta en valor de unas piezas de incalculable valor histórico, artístico y en definitiva cultural de nuestro patrimonio, sino que también suponen una aportación al evolutivo desarrollo de los criterios de intervención en materia de conservación y restauración de textiles.

Fotogalería

Fotografías: Carlos Iglesia.

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