Cómo la distancia entre lo que se expone y lo votado roza lo infinito?
¿Es posible tanta diferencia de pareceres entre el reino y esos “sus mandamases”?
¿Acaso no es del todo inviable que las personas puestas por sus respectivos colectivos representen a los susodichos?
¿Tantos favores hay que pagar?
Si no hay nadie gozoso con las medidas y no medidas, tomadas y no, ¿alguien le analiza concienzudamente el resultado?
Aquende hallome en profundas meditaciones, sin lo menester de entrar a polemizar, que ya saben que para este Rey Santo no tiene cabida la disputa pero con los ojuelos, aún del tamaño del plato mayor cartujano.
Entiéndame, tras largar centurias sintiendo, analizando y luchando en aras del beneficio del reino y de la cohorte al completo -permítanme lo redundante en su totalidad-, en sentir de sus callejuelas, de las almas que deambulan por ellas es cuasi unicidad al respecto y a la hora clave, todo se mantiene tal cual por elección de los cabecillas.
¿Acaso los cabecillas no son representativos del pueblo?
¿Acaso el pueblo no ejerce su derecho en consonancia?
Acasos mil, y tras ellos, lo sempiterno; cambiar nada, para que nada cambie.