Limítrofe en cuanto a la jubilación laica, y sin acontecer presencialmente en el reino ya está historia de Sevilla.
Cuenca sintió su primer llanto -no versaré chanza con simpleza ante tal-, procede de su obispado en Tarrasa y sus primigenios vocablos hacia las tropas de fieles del reino hacen pensar con optimismo hacia su comprensión del lugar.
Sevilla nunca serán coordenadas fáciles de asimilar, y su singularidad e importancia siempre le añaden un plus donde la dificultad se hace omnipresente en cada rincón de nuestra fe.
José Ángel, Monseñor, seremos vecinos y desde mi urna le adelanto que si entiende al sevillano, asume su forma de creer y rezar y mantiene el orden para no abusar del desmadre espiritual del que gozamos, le auguro éxito superlativo en su encomendada labor.
Sea pues bienvenido y aquende dispondrá de Lobera de su lime de manera incondicional.
Habemus Arzobispo.
