Hablemos del tiempo. No, no miren hacia el cielo, no es ese el tiempo al que nos referimos. Mucho se ha escrito y comentado acerca de la meteorología y la Semana Santa, mucho se ha rezado al anticiclón de las Azores y temido a las borrascas que vienen por Huelva para impedir, un año más, que el Cachorro se ponga en la calle. Pero no, hablemos de un tiempo aún más difícil —por no decir imposible— de controlar y comprender: el del reloj y el calendario.
Durante la Semana Mayor el tiempo se nos escurre de forma irremediable, como minúsculos y escurridizos granos de arena que se escapan entre los dedos. Por el contrario, la Cuaresma es un momento el que los ritmos son algo más pausados. Hay tiempo para la reflexión y el detenimiento, para ser verdaderamente conocedores de lo que está ocurriendo y lo que está por venir. Sin embargo, a partir de cierto punto sabemos que no hay marcha atrás y que los acontecimientos van a comenzar a sucederse sin posibilidad de detenerlos ni casi de parar a tomar aire siquiera. Todo ello lo marca, paradójicamente, algo tan atemporal como la Virgen del Valle.
El besamanos —ahora veneración— de la dolorosa de la calle Laraña, a quince días del Domingo de Ramos, supone siempre el inicio de una antesala exquisita que nos conduce hasta la puerta de los días del gozo. Ya esta semana, con la Virgen en su altar de septenario, basta con entrar en la Anunciación para saber que la suerte está echada. Así permanecerá hasta el Viernes de Dolores, día en que la misa de Gómez-Zarzuela será el mejor bando anunciador de que la Semana Santa está floreciendo de nuevo en el corazón de la capital de Andalucía. Y florecerá en forma de rosa de pasión, por supuesto, como la que lleva la imagen en su mano. Se convierte de esta forma la Virgen del Valle en el más preciado reloj de arena —o de agua, más bien, puesto que todo a su alrededor se vuelve durante estos días un valle de lágrimas— que jamás haya existido. El castillo de luz dispuesto en el altar mayor de la antigua capilla de la Universidad es el monumento de bienvenida a un tiempo que aún no ha llegado y ya parece querer marcharse.
Los titulares cristíferos de la Primitiva Archicofradía de la Coronación, dispuestos ya en sus pasos procesionales, aunque este año vuelvan a quedarse dentro del templo, son una señal más de lo inequívoco e inminente del reencuentro: la Semana Santa es prácticamente una realidad. Así lo entiende Sevilla y así lo evidencia la Hermandad del Valle: sus cultos son la contemplación de una fiesta que es tan efímera e inabarcable que decide revelarse antes de tiempo en este rincón en pleno centro de Sevilla para que todos podamos sentirla y ser plenamente conscientes de su llegada. ¿Acaso creen que es casualidad que la mítica película ‘Semana Santa’ de Gutiérrez Aragón comience ilustrando sonoramente las vísperas con la marcha ‘Virgen del Valle’?