“A esta es”…
Hoy quisiera que conocieran a Salud.
Salud es una señora que tiene 82 años, a lo largo de su vida ha conocido el final de la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial, 40 años de dictadura y para colmo una pandemia mundial como la que vivimos.
Salud desde muy joven dejó los estudios para trabajar y ayudar en casa, eran siete contándola a ella, muchas bocas que alimentar, creció y se ennovió con Juan un aprendiz de panadero de su barrio, que dedicó toda su vida a hacer pan y a llevar palante una casa con cinco hijos (como se nota que en esa época no había televisión).
Salud, a pesar de que la vida no le ha sonreído, es una persona con una vitalidad exultante, alegre, dicharachera. Hablar con Salud es contagiarse de las ganas de vivir y eso que, a muchos en su lugar, tendría ganas de cualquier cosa menos eso.
Salud perdió a su marido joven, poco más de 40 años tenía, por desgracia ha tenido que ver la pérdida de cuatro de sus cinco hijos y el único hijo varón que le queda hace lo que puede por ayudarla y cuidarla, menos mal que los llenaron de buenos valores ella y su marido.
Ahora Salud tiene un arrechucho y esta pasando unos días en el hospital con unas pruebas que le están haciendo, con lo que conlleva estar en un hospital en los meses que estamos viviendo, su hijo lleva unos cuantos días que no duerme, o duerme a ratos muy mal, lleva un par de noches con ella y no pide permiso en el trabajo por temor a un despido, el caso es que él tenía a unas personas que le ayudaban con esta estancia de su madre en el hospital.
Gracias a su hermandad, lo pusieron en contacto con esta institución que se encargaba de mandar a alguien a que pasará la noche con Salud en el hospital los días que su hijo no podía acudir o bien, para darle un descanso. Llevan algunos días sin poder acudir porque algunas de esas personas han pillado el coronavirus.
Salud no existe, su hijo también es ficticio, pero lo que si existe es esa institución que les ayuda, son las Hermanas de la Cruz y seguro estoy de que hay muchas Salud en esta ciudad estos días, sintiendo la ausencia de esas manos y ese consuelo que en tan difíciles horas estas personas son capaces de dar. Una institución que por muchas cosas que se diga o se haga por ellas, todo es poco.
Gracias eternas a las Hermanas de la Cruz y salud, mucha salud para ellas. “Bueno, pararse ahí”