Marchose usted y dejó huérfana de valores a un lime muy marcado de este reino. Y lo hizo, oponiéndose a usted mismo; silenciosamente apartose de la cotidianidad que tan frecuentemente rondaba.
En la fecha más pretérita dejó la Tierra un señor de convicciones agresivas, con la rotundidad por bandera. Fidelidad a una creencia justa aportaba maestría dada su vocación a cada verso que exaltaba para llamar al desperezo de una sociedad.
Fidelidad a unas convicciones, don de vocablo la que poseía el Califa Rojo. Honor y recuerdo eterno para un señor que hizo política desde la verdad.
Usted jamás creyó en los míos, sin embargo enaltecía el respeto más bermejo.
La causalidad de la casualidad hace que trescientos sesenta y cinco días antes, se marchitó la llama envenenada, la pluma perfecta y el Capitán de la embarcación más literaria y rotunda que recuerda este Rey que manuscribe.
Capitán, si sus sacáis otearan la realidad que acaba de abandonar Don Julio se marchaba otra vez volviendo a recrear la vergüenza que le daba ser un hombre.
De profesor a estudiante rabonero… este Rey Santo iza su mirada al lugar donde ambos estarán, uno guitarra en mano, otro sujetando los valores y ambos sufriendo por la juventud humana y riendo con esa faz que les caracterizaba con la sonrisa atravesada.
Legiones de juancarlistas, terminología aprobada por la Real Academia lloran consternados la ausencia de su referente mientras, el lime siniestro sufre amargamente la derrota por la ausencia por su líder.
Este Rey Santo honra a ambos señores con este manuscrito.