Y se cumplieron los días con la totalidad de horas, minutos y segundos y un novedoso manuscrito de este Rey Santo acontece al plazo que, según fuentes concienzudamente analizadas, Nerón, emperador romano celebraría con algarabía al ser la eventualidad anual en la que se se conmemora el inicio de su mandato.
Desde mi urna, postrado de medio lime sobre la acristalada y siniestra tapa, manuscribiré sin tapujos, pero con la certeza plena de la existencia de algún descarrío.
A una exigüidad menor de la treintena de datas, mis súbditos, y el remanente de vasallos del reino hispánico gozará de una reincidente acción, al afluir a depositar su dilema en comicios nacionales, y a este Rey Santo le ronda el cerebelo el novelesco arquetipo que prosigue: ¿y si reconquisto los motores de sentimientos de la cuantía final de vasallos hispánicos y acontezco electo a dicho suceso?
Hermanada a esta utópica percepción, afirmo exaltado que permanecerán en el baúl de los olvidados pregones, esas congregaciones de unicidades coloristas con el resto de coloristas de la misma gama de la paleta. No cabe sentencia positiva ante lo descabellado e ilógico que resulta el pordiosear el sufragio a los propios. Curiosidad que alguien que habita en una urna verse acerca de un ensobrado pergamino con la relación elegida que concluirá donde yo.
Este Rey Santo deduce que os cuestionaréis acerca de mi proyecto electoral, real y santo; atentos pues a los ventanales de la totalidad y cada unicidad de vuestras moradas. Tal vez aparezcan por arte de birlibirloque, columbas mensajeras con algunas aserciones que se llevarían a inmejorable puerto si finalmente la resolución es afirmativa. Un listado con simpleza donde la justicia, salud, educación y amor sean los signos de puntuaciones cardinales de lo que procederemos a adjudicar, sempiternamente envuelto de agrupación de los más selectos elementos del reino. No tienen cabida las medianías; negatividad ante el archiconocido “Todo para el reino, pero sin el reino”. La totalidad para mis súbditos y con ellos -y por supuesto con ellas-
Un reino donde el monarca sea el amor y a su diestra la igualdad y donde los infantes, con su sutil inocencia y a modo de Senado, apuntalen cada sentencia que todo sumo de longevidad anote. Ya lo dijo el maestro filósofo en su devenir por la Tierra y este Rey Santo, triunfador y reconquistador, proseguirá reposando su Presencia Corpórea durante la terna de anualidades, sabiéndose gozoso al sentir que la ventura alcanza a cada súbdito del reino.