Aquende, en la Sevilla eterna más neoyorquina porque jamás descansa en temáticas cofrades del corazón, el alma y la devoción desmedida, acá y allá donde la fe se confunde con el aire y la temporalidad de lo efímero se arrodilla ante pasos y andas de sus devociones, hay servidores que no visten túnica ni portan cirio, a fracciones alícuotas acontecen y desaparecen cual superhéroe de cómic, sempiternamente sin capa, pero cuya misión es igualmente encomiable y sagrada. Son los retratistas cofrades, guardianes de la luz con objetivo claro, mensajeros de lo divino que polarizando los sentidos, llevan las imágenes del Hijo del Altísimo y de su bendita Madre hasta los hogares donde la fe aguarda tras los cristales o postrados en la poltrona que los años y las vicisitudes obligan.
Su cámara es cáliz y evangelio; su mirada, un puente entre el templo y el mundo. En cada disparo, en cada destello de su artificial estrella y en el juego de su lente, llevan consuelo a los que no pueden salir a las calles benditas de Sevilla: a los enfermos, a los ancianos, a quienes la vida ha confinado lejos del rumor de las cornetas y del abrazo del incienso.
Ellos transforman la distancia en presencia. Hacen que la Esperanza siga caminando por los hospitales, que el Gran Poder visite cada casa, que la Macarena ilumine habitaciones donde reina el silencio y que el Cachorro, Emperador eterno de Roma, pasee su último aliento en sus pantallas y carteras. No buscan fama ni galardón pues el arte no tiene precio: sólo cumplen el milagro de que la devoción no se apague, de que Sevilla no deje nunca de ver a sus Cristos y a sus Vírgenes e inmortalizar un suspiro, embotellarlo y lanzarlo al mar de las redes para que la inmensidad te atrape, sin ahogarte, y te llene el alma de amor, con el vaivén de las olas divinas.
A esos artesanos de la luz, a esos que convierten la técnica en oración y el arte en servicio, esta Real Proclama rinde tributo. Que sepan que su obra trasciende el instante y alcanza lo eterno.
Porque mientras ellos sigan mirando con el corazón, Sevilla seguirá viendo con el alma.
No pongan nombre, no pongan oficialidad pues lo eterno no habita solo lo profesional y sean felices, gocen con cada instantánea y guárdenla en vuestros corazones mientras seguimos caminando en el deforme y difícil adoquinado de la vida.
