Pergamino inmaculado

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A domingo, última jornada de esta septenaria presente, por la gracia del Altísimo y su bendita Madre, este Rey Santo que descansa en su acristalado aposento catedralicio torne ante sí un reto de volumen cuantificable similar a la Reconquista.

Cuando Sevilla aún permanece en el menesteroso letargo estival entre costas, el pergamino permanece perdido ante mi pereza, y el percal, perenne. Perdón pero la pericia también perenne que pertenece a un periplo pretérito, periodo que aún no permuta. 

Cuál perla, lo inmaculado del manuscrito permitido permea hasta que se persone la tinta perfilada perfore y perfume la celulosa con sus vocablos pertinentes.

Con la luz que aporta sempiternamente mi santidad podría versar acerca del palio blanquecino instaurado en la “anchá” avenida que lleva irremediablemente a mi humilde morada, pero mi astucia evita parlar, promulgar o exaltar sobre política, esquivando así la confrontación con propios, extraños, vagos y maleantes todos. Mastodóntica calamidad por la carestía arbórea en el Reino es la unicidad versada acerca de ello, mas no parece aportar lo menesteroso para el peatón en fracciones temporales donde el astro homónimo lanza sus garras sinusoidales con superlativa furia.

En dispar orden de casuística, haciendo un símil con mi carestía escribana, hay menos fuentes en la vida que fuentes caligráficas en mi manuscrito. ¡Agua para todos!, ¡Por el bien de todos! Que se nos derriten los guiris…

Los próximos manuscritos tal vez acontezcan en inglés para que nuestros prójimos más próximos, -sí, los de chanclas y calcetines con la carita bermeja-, visiten la web y comprendan algo plus de Sevilla.

No hay más, este nublado cual techumbre celestial no permite optimizar la inspiración de este Rey que anhela la felicidad de los suyos, la salud para la totalidad y que se inicien los cursos para poseer temario del que manuscribir.

Marcho pues a corretear de manera pausada por las callejuelas y plazas del Reino con la sana intención de encontrar el numen que me acerque al culmen de mi manuscribir.

Sean felices.

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