Manuscrito durmiente

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Aquende, en la Catedral del Reino celebrando los gozos de la festividad de los Siete Durmientes de Éfeso, a 27 de julio, escribo con la solemnidad de la pluma regia y la devoción absoluta de este Rey Santo que en el nombre de Dios que es Verdad Única, que no duerme ni reposa, ni descansa, y de su Hijo Nuestro Señor Jesucristo, que resucitó al tercer día y del Espíritu Santo, hálito de Vida y Consuelo:

Yo, Fernando, cuantías imperecederas al contar, por la gracia del Altísimo Rey de Castilla y León, servidor de Santa María y amparo de los fieles, en esta jornada santa en la cual la Iglesia celebra la memoria de los Siete Santos Durmientes de Éfeso, pongo en vocablos manuscritos mi meditación sobre el Misterio del Sueño Santo, que ni es muerte ni vida del todo, mas un velo entre ambas.

Los Siete Santos, que fueron encerrados por causa de su fe bajo el yugo de la persecución, no perecieron ni se corrompieron, sino que durmieron con la confianza en Dios, y así despertaron dos centurias después, como testimonio de la Resurrección que aguarda a todos los justos. Algún súbdito sevillano, caracterizado por esa guasa que nos rodea y nos hace más agradable el deambular por la vida versaría en chanza que se les fue el santo al cielo o que se han pasado con la siesta. Tal vez fueran andaluces, dirían en el norte los del norte.

Yo, que por la voluntad divina reposa mi cuerpo sin corrupción en esta Bendita Catedral de Sevilla —ciudad ganada no por Lobera ni estrategia, sino por la intercesión de la Virgen y la justicia del Altísimo—, participo en el mismo misterio: no estoy muerto en mi totalidad, es más, me atrevería a exaltar que estoy más vivo que nunca, pero no vivo según las cositas de la carne. Duermo. Sí, duermo como los de Éfeso, no en cueva oscura, sino en urna de cristal y plata, en la luz del templo allá donde el incienso me alcanza y los fieles murmuran oraciones sinceras.

¿No es este sueño incorrupto signo del poder de Cristo? ¿No es mi cuerpo sellado, como aquel sepulcro en roca, hasta que Él diga “levántate”? Así como los Siete despertaron en el siglo nuevo, también yo espero en el día del Juicio, cuando suene la trompeta y las tumbas se abran.

A ti, lector piadoso o curioso, te digo: no mires mi cuerpo con asombro vano, -aunque lo entiendo por su extrema belleza- sino con esperanza. Pues lo que ves durmiendo sin corrupción, es anuncio de lo que tú serás si vives en Cristo: ni polvo deshecho, ni carne perdida, sino promesa dormida.

Y así como los jóvenes de Éfeso fueron signo para una ciudad incrédula, ruego que mi sueño en esta urna lo sea para Sevilla entera.

Gocen y vivan, vivan, gocen e incluso duerman la siesta. La felicidad se encuentra en la ínfima casuística de la vida.

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