El llanto inspirador de aquel preso

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No podríamos entender nuestra Semana Santa sin uno de los «himnos» por antonomasia de ella, la marcha ‘Soleá, dame la mano’.

En 2018 se cumplieron 100 años de una composición donde Manuel Font de Santa marcaba un antes y un después. 

El 2 de marzo de 1918, El Noticiero Sevillano publicaba como noticia «En el patio del Asilo de San Fernando se verificó ayer tarde el ensayo general de las marchas fúnebres que interpretará en la Semana Santa la Banda Municipal de Música. Entre dichas composiciones destaca «Soleá, dame la mano’, original del joven y notable compositor Manuel Font y de Santa».

Nos remontamos en una Sevilla poco antes de los años 20 y, en concreto, en el barrio del Arenal. Allí, en la antigua Cárcel del Pópulo (en Pastor y Landero, esquina con Almansa) se les tenía permitido a la multitud de reclusos que allí permanecían asomarse al paso de la Esperanza de Triana el Viernes Santo por la mañana. Todos agolpados entre rejas esperando para verla pasar y contemplar como se gira hacia ellos y se hace el absoluto silencio. Silencio que se rompe con la saeta de uno de los presos que decía «Soleá, dame la mano por las rejas de la cárcel que tengo muchos hermanos huérfanos de pare y mare. Eres la Esperanza nuestra, Estrella de la mañana, luz del cielo y de la tierra, honra grande de Triana». Una pieza compuesta por 5 versos y que proviene de la saeta marchenera antigua carcelera del preso. Cuando cerró la prisión de Marchena y trasladaron a los convictos al Pópulo, siguieron cantándole saetas a la Esperanza de Triana al igual que lo hacían antes al paso de la Virgen de la Soledad de Marchena (de ahí proviene el «Soleá») a su paso por la cárcel. 

Un gesto sin más que ese presidiario no sabía lo que llevaría a inspirar. 

Estos versos fueron el punto de partida para que Font de Santa concibiera está marcha dedicada, literalmente, “a los desgraciados presos de la cárcel de Sevilla, que al cantarle saetas a la Virgen en Semana Santa me hicieron concebir esta marcha». Así lo dejó escrito el autor, una composición ideada en un principio para piano. 

En 1933 se clausuró la cárcel del Pópulo. En 1956 se reanudó la costumbre de forma simbólica ante un retablo de la Esperanza de Triana ubicado en el lugar del portillo se la antigua cárcel. 

La obra se estrena detrás de la Virgen de la Amargura a su paso por la Alameda de Hércules el Domingo de Ramos de 1918 por la Banda Municipal de Sevilla dirigida por Manuel Font Fernández de la Herranz (padre de Font de Anta), quién parece ser que instrumentó la marcha.

Cuando se compone la obra nos encontramos con una Esperanza de Triana que residía en la Iglesia de San Jacinto y que empezaba a recuperar lo que fue tras unos años de letargo. Estamos en una Sevilla que había cambiado respecto a los siglos anteriores, estaba dotada de una mayor belleza. Se usaban nuevos y ricos bordados para revestir a las imágenes, la plata era un elemento cada vez más común y trabajado y los pasos de Cristo comenzaron a volverse neobarrocos. El ferrocarril, y a su vez, las crónicas que los viajeros contaban hicieron que la Semana Santa de Sevilla cobrara una fuerza especial fuera de la ciudad. Marcelo Spínola comenzaba el siglo XX pidiendo por las calles. 

Estamos ante una pieza descriptiva que lleva unos toques con cornetas y tambores anunciando la llegada y repitiéndose el mismo motivo al final como señal de despedida. 

Como curiosidad, para que veamos el alcance musical que supone esta obra, en 1921, Ígor Stravinsky visitó la Semana Santa de Sevilla junto al empresario de ballets Serguéi Diaguilev y al ver el paso de palio de la Virgen del Refugio de San Bernardo exclamó «Estoy escuchando lo que veo y estoy viendo lo que escucho». 

‘Soleá, dame la mano’ se registró en 1922, varios años después de su estreno por José de Anta, hermano de Manuel. 

Vídeos: Manuel Melgar, De Nazaret a Sevilla y Oliva de Salteras.

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