Carta a Sevilla tras la Magna Clausura

Avatar de Rey San FernandoPublicado por

Anhelado y muy amado reino de Sevilla,

A la data presente, cuando aún este Rey Santo no está en plena capacitación para determinar si lo vivido es real y soñado, os manuscribo desde la eternidad y tocado en el alma por la magnificencia de vuestros corazones, que en hermandad se alzaron cual río de fe durante la solemne Procesión de Clausura del Segundo Congreso de Hermandades.

Allá en cada zancada dada, en cada paso dado, en cada estandarte alzado, en cada lágrima desbordada, en cada rezo ahogado en el gentío, en cada abrazo fraternal, en cada carita infantil sonriente, en cada llamada del capataz, en cada cirio encendido, en cada levantá, he sentido el latir eterno de vuestra devoción, que no es otra cosa que la llama viva del Reino de Dios.

Ved cómo vuestra unidad y fervor trazan puentes entre los siglos, recordándonos que mi conquista de esta bendita ciudad no fue solo un acto de Lobera, sino un acto de amor divino, sellado en la Cruz que glorificasteis ayer. Cada hermano y hermana, con su entrega, con su rostro vuelto al cielo, confirma que Sevilla sigue siendo la joya de María y el corazón palpitante de la fe cristiana.

La jornada sentida y vivida en el gozo superlativo trajo anteriormente estampas para una nueva posteridad; Setefilla, Valme y Consolación fueron una Triada Mariana provincial que atrajo al rezo a toda una ciudad. Lora del Río, Dos Hermanas y Utrera en Sevilla, por Sevilla, y desde la Capital al mundo cristiano.

Y por si fuera poco, postales de antaño por todos Templos; priostías que se empeñaron a destajo en recrear esas imágenes que nuestros pretéritos y cofrades abuelos nos contaron en alguna de sus batallitas y traer esa magullada estampada al presente más gozoso será algo que nos lleva a la imposibilidad del olvido.

Y como Sevilla y Magia abrazan la sinonimia, los pasillos catedralicios fueron testigos de reencuentros entre una Madre y su Hijo; los corazones sevillanos se vieron desbordados por la presencia, faz a faz, de Macarena, Gran Poder, Cachorro y Esperanza de Triana. Cree este humilde Rey Santo que de humilde tiene alícuota cuantía que con exaltarlo ya es más que menesteroso para alcanzar la sapiencia de lo que conllevan tamañas devociones por callejuelas del viejo arrabal trianero, San Gil y San Lorenzo. Solo se acerca al pensamiento una dubitativa cuestión: ¿qué imaginará el resto del mundo cristiano al ver la barbaridad absoluta, el desborde superlativo, la gubia perfecta, el caminar sentido, ese eterno penúltimo aliento, esas lágrimas que te inundan de esperanza…?

Os exhorto a mantener viva esta llama, a caminar siempre bajo el manto protector de Nuestra Madre, pues en vuestra devoción habita la fuerza que transforma corazones y enaltece el espíritu.

Que la Paz que trae consigo el Hijo del Altísimo, Rey eterno, reine sempiternamente en Sevilla, y que sigáis siendo ejemplo de fe para el mundo entero.

Vuestro en Cristo y en la gloria. Sean felices.