En la fotografía apreciamos al misterio del Señor de las Tres Caídas de San Isidoro una vez pasada la calle Huelva en una tarde de Viernes Santo en torno a los años 40.
Podemos ver el paso actual, obra de Francisco Ruiz Rodríguez, «Currito el dorador».
De estilo barroco, con un canasto de líneas onduladas, perfiles y bombo. Las cartelas fueron pintadas por Blas Rodríguez y los ángeles querubines realizados por Manuel Vergara Herrera. Candelabros de guardabrisa que proceden del anterior paso.
El Nazareno estaba acompañado por la talla de Simón de Cirene, obra Ruiz Gijón según concierto que se hace ante el Escribano Francisco Fernández Cano (1687). Está considerada por especialistas como la mejor obra no sacra de las que procesionan en la Semana Santa de Sevilla. Fue restaurado en 1974 por José Rivera y en el 2000 por el IAPH.
Solamente ha ido acompañado musicalmente un solo año, en 1884 por la Banda de Cornetas y Tambores Infantil del Regimiento de Córdoba n° 10.
El recorrido al salir de su templo era c/ Huelva, Cuesta del Rosario y Villegas, llegando al Salvador, Orfila y Javier Lasso de la Vega hasta llegar a Campana.
La hermandad decide en 1667 trasladarse de la Iglesia de Santiago, donde tenía su sede, a la parroquia de San Isidoro alegando que estarían más cerca de la Catedral, pidiendo abaratar de esta forma los costes de la salida procesional. El 17/4/1668 se lleva a cabo contando con la oposición del párroco. Este hecho se debe a que, según cuenta Jesús Luengo en ‘Vademécum de la Semana Santa de Sevilla’, la imagen a la que daba culto la Hermandad fue reclamada por el párroco como propiedad de la parroquia y los feligreses, los cuáles sentían gran devoción por ella, se opusieron a que la talla saliera del templo. El párroco, para evitar que saliese de la iglesia, le colocó una argolla en el cuello con una cadena que iba a parar a una capilla contigua cerrada con llave. La corporación, sin ganas de pleitear, encargó otra a Alonso Martínez y cedió la imagen a un feligrés a cambio que éste se comprometiera a no cederla y recibiendo 1250 reales para ayudar al coste de la nueva obra.
La hermandad a lo largo de su historia ha suprimido algunas costumbres como la de llevar a un niño vestido de ángel con un trompetero detrás que servía de mofa para los espectadores (hay quién ha creído que esta corporación no supo distinguir en su momento entre los tiempos antiguos y modernos).
