Se apagaron todas las luces. Todas, la totalidad.
Se apagaron todas y cada una de las bombillas del Real y lo vivido, aquella maravillosa realidad, es un nuevo libro manuscrito en los anales de la felicidad.
Pretéritos son los claveles, pretéritos los lunares, montoncillos y mantones. Y pretéritos son tus besos a escondidas a altas horas de la Madrugá entre Juan Belmonte y Joselito El Gallo.
El vino ya caló, el Alberto os confirmo que hasta tiene otro color. Las casetas son telares y cuatro tubos. La magia se desvaneció y ya solamente toca volver a esperar a que llegue abril ese mes tan primaveral.
Se acabó la Feria de Abril, no lo versen con pena, sonrojan por una feria vivida y sentida porque en Sevilla nuestras cosas se viven porque se sienten y por eso se viven como se viven.
Se apagaron todas las luces, no queda un farolillo por quitar; se apagaron los cacharritos, y ya las callejuelas de Real no presumen de estar a rebosar. Toca desmontar…
Y vuelve la controversia, iniciada por el edil que en un capricho, con o sin temeridad, anhela regresar a las ferias de anualidades atrás, donde todo ocurría igual y empezaba un lunes, el martes a las 00:00 a lo más tardar. Sevilla tiene problemas de verdad y este no lo es, que se lo promulga este Rey Santo con certeza y rigor superlativo.
Se acabó la primavera en Sevilla. Atrás quedó la Cuaresma y una Septenaria Santa incompleta y se marchó la Feria y le damos la bienvenida a las calores nuevas, las de siempre, las sempiternas. Y ya toca volver a empezar a pensar que Pentecostés está al girar y ya sabemos de lo que hemos de versar.
Próxima estación: La Romería del Rocío. Así es el Sevillano.
Sean felices recordando momentos vividos y olviden todas esas sevillanas por danzar.
