Efluentes activos, precio abierto en canal, chorreras desabrochadas a cada lime, fuente infinita de la que emana sus bendita sin bendecir aunque bendecida por Sevilla.
Primavera temprana, naranjos primigenios precoces en flor. Arboleda cítrica engalanada, aires afrutados que inundan nuestros sistema respiratorio. Bronquios, bronquiolos y pulmones desbordados y desbordantes de ese aire rico en acidez; placer de dioses terrenales que se ciernen a la meditación y contemplación sustituyendo uvas, fresas y licores variados por torrijas primeras. Melaza, edulcorante perfecto que incita a este dulce verborrea enamorada.
Hemorragia descontrolada de sentimientos, calles cual arterias y venas que se entrecruzan y bifurcan dibujando un sistema sanguíneo metropolitano inconfundible e inigualable. Muchedumbre que camina preparándose para el gozo superlativo de lo que ha de venir.
Paladares agradecidos, papilas gustativas saturadas, pabellones auditivos con aforo ilimitado de notas sugerentes. Combinaciones magistrales que evocan tiempos pretéritos.
Desafiando el tiempo, mirando de reojo al puente de Andalucía y con la expectación redentora al cruzar el dintel del domingo, el reino se prepara inmiscuido en lo superlativo de ser, en lo abrumador de estar, en lo sensato de parecer y todo, como nexo copulativo para vivir una septenaria Santa y mágica.
Sevilla y su Cuaresma, brotes espirituales que en Sevilla se elevan a la máxima potencia, permitiendo la tendencia al infinito en nuestros cinco sentidos.
Sean felices, mediten, recen y gocen.
