Sueños cofrades

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Y la noche cayó… y la noche abrió el portón del túnel del tiempo, ese en el que en cuerpo y sola me adentro, allá donde los sueños, las ilusiones e incluso las pesadillas se viven, se reviven e incluso se sobreviven a algunas de ellas. Y todo, con los sentidos a flor de epidermis, a vellosidad puntiaguda, a corazón pleno.

Y los sueños versan que sueños son, y este Rey Santo se permite la licencia de ser todo y parte de ellos, de uno en especial y en concreto.

La felicidad desbordada de un padre con el beso de su hija es similar al gozo y regocijo de lo soñado porque sí, yo quise ser unicidad de gotas en la lluvia, unicidad gramínea en el deseo, unicidad salina en tu llanto, unicidad musical en el pentagrama de tu vida, de su marcha.

Y quise ser varal de su palio, costal de la mejor cuadrilla e incluso voz de aliento de su capataz. Y quise ser llama incandescente de tu candelería, rosa temprana, la hoja más cercana de tus flores de cera, el nudo más preciso de una corbata, la medalla más antigua, el Nazareno más joven, el Nazareno más antiguo, cuenta de tu Rosario, padre nuestro en tus rezos, Ave María en tus agradecimientos, sonrisa del Infante, mantilla de jueves santo, vara del diputado.

Y quise ser adoquín, plaza y plazuela, callejón y callejuela, incluso corte en la carrera oficial.

Y quise ser Cruz de Guía, y quise ser tu Sine Labe, y quise ser tu Libro de Reglas e incluso, en sueños, quise ser tu Estandarte.

Y quise ser la totalidad de lo que cuento pero sobre todo quise ser un pétalo que cae en el techo de tu palio mientras sueñan Pasan los campanilleros y muera usted donde, que los sueños siempre se cumplen.

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