Pleno, henchido, rebosante y rebosando, orgulloso, feliz, real, santo, sentido, emocionante y emocionado.
Gozoso, placentero, inundado, completo, sereno, radiante, esplendoroso, majestuoso, unicidad.
Seguro, confiado, satisfecho, afortunado sin más fortuna que Sevilla, casi nada. Orondo en mi ser, vibrante, lleno, dichoso, venturoso, acertado.
Fausto, grato, alegre y mil epítetos podrían cualificar a este Rey Santo en este dominical posterior a una eventualidad gloriosa que será recordada por los restos.
Escoltar a mi Virgen de Valme, triunfante, única, Reina, Madre, por las callejuelas centrales del reino no tiene parangón y hace retrotraerme a días de reconquista, reconquistados por mis recuerdos cuando Ella sempiternamente presente en la hazaña, me acompañaba en el alma mientras atravesaba aún más triunfante allá por aquellas fechas.
Un pueblo que aclama, un reino que brinda, una Sevilla superlativa e inigualable e incomparable que fue el marco perfecto, el paraíso terrenal soñado. ¿Alguien puede solicitar más…?
Gracias Sevilla. Agradecido este Rey por la totalidad y por tanto.
Sin más os confieso que no quepo en la urna de gozo y ya os dejo en placentero estado para que esta tarde os encaminéis a acompañar a la Madre del Dios Expirante que habita en Triana.
Sean felices.
