Aquende, cuando a las claritas del domingo despliego mi pergamino y me dispongo a rascar en mis recuerdos para adherir vocablos sin una meta definitiva, me vienen imágenes y palabrería procedente del consistorio donde se ha utilizado mi real y santa denominación para hacer política baratucha y marcar limes entre colores descerebrados olvidando lo verdaderamente importante: Sevilla.
Desunir en el uso de mi buen nombre es algo que no consiento y que ha ocurrido en esta septenaria que hoy concluye y todo por contentar a adeptos descerebrados que solo desean la verborrea diarreica sin trascender en lo mollar: nuestra cultura.
Usar religiones en estos tiempos en los que demasiados mueren asesinados porque unos se aferran a las religiones mientras otros ateos solamente creen en su dinero y en sus arcas de la no alianza, me parece miserable y poco oportuno.
Así, la indignación de este Rey Santo va a más ya que esa treintena de la mensualidad quinta de cada anualidad debería servir para culturizar, mostrar cultura, vender cultura y enaltecer a esos ilustres sevillanos de los que tan poco presumimos y que son gloria eterna y envidia silenciosa de la totalidad del globo terráqueo.
No hay reino que posea un Palacio como el de San Telmo con semejante y tamaña demostración cultural y artística en todos los ámbitos de ambos conceptos y aun así, prefieren izar lobera en un recorrido ridículo, dejando en el olvido el buen verdad de mi primogénito, por continuar el ejemplo y mantener la firmeza en el discurso.
¡Sevilla! El reino es infinitamente más que todo lo que tratan de mercadear estos políticos descoloridos que solo animan el cotarro con discursos facilones.
Sean felices.
