Redobles imposibles, estruendos fanáticos que a unos les suenan a victoria y a otros a muerte.
Bandos, de la que debería ser una misma historia, divididos en la calle. Cohorte que se desangra defendiendo a unos y a otros.
Este Rey Santo se atreve a enumerar caídos en la batalla, tan absurda como la propia historia.
Un mismo Díos al que se abandona a su suerte porque suenan tambores y cornetas de muerte.
Miedo al fanático, horror en las imágenes, el teléfono sonando, fotografiando, grabando el momento.
Gozos y Gaza, qué maldita contradicción en la que habíta el ser humano.
Dar la espalda a lo divino, dar el do de pecho por lo oído y dejarse llevar por las masas solo tiene un camino.
Un rosario de caídos en la tentación más cruel. Millones de presentados a un pueblo, del propio pueblo con final poco feliz. Por centurias se cuenta la pasión que ni las propias cigarreras serían capaces de hilar. Sale el Sol y por la Virgen de los Reyes suplico que se detenga esta aberración. Qué aporta tanta caída si nadie consigue poner la mano en la piedra e izar el vuelo.
Pensarán que verso de la maldita guerra entre bandas, otros, los que aún tienen ojos para Dios, en la barbarie de Israel y Palestina. Y mientras, y por desgracia, y por intereses y desintereses, siguen sonando cañones y tambores de guerra.
