Domingo de resaca

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Como si del día a posteriori a un gran evento se tratase, con el verbo tardío del que yace a deshoras y bajo los efectos de efluvios alcohólicos se tratase, así se siente este Rey Santo.

Con letargo marcado y un somnoliento estado de vida latente, sin pulsaciones altisonantes, cuasi encefalograma plano en el mantenimiento de la compostura más formal acontece este manuscrito tan a deshoras como el que yace, tan tardío como el propio verbo que lo conforma y tan aletargado y somnoliento como el que manuscribe.

Dominical resacoso, ríos de caudal elevado, cauce desbordante, aguas bravas que recorren la piel y el alma de este feliz vividor por lo vivido, gozado y disfrutado. Vocablos encadenados con dificultad del que aún posee la vista un poco nublada por la felicidad extrema.

Convite de sensaciones, festín inolvidable y a la mesa, comensales únicos que hacen aún más único el recuerdo de lo establecido en el instante que se recuerda con la faz acodada por una sonrisa infinita. Y es que cuando lo superlativo supera las expectativas, las sombras de esos instantes anteriores se vuelven brillos, colores y vibraciones intensas con una amplitud, mastodóntica en altura y en la dimensión tiempo porque el recuerdo bien alimentado es aún mejor y mayor recuerdo.

Y es que el paseo por Sevilla, el lento caminar por sus calles, el regocijo profundo al otear desde un banco a la sombra, en una plazuela cualquiera inunda el corazón y todos los sentidos dándole redundantemente sentido a la vida.

Llegar a tus pies, perderse y encontrarse, permitir que alguna gota salpique tu existir, contar y recontar aventuras y desventuras en una de las barquillas de esa inmensidad llamada Plaza de España y contemplar y contemplar y contemplar callejones ajardinados, flores y árboles incesantes, las caras de viandantes, propios y extraños, en algún rincón singular…

Sevilla y su íntima belleza, una borrachera de placeres difíciles de digerir y que te deja en un estado resacoso, digno de paladear esos innumerables dones que tiene el reino.

Y así se escribió este pergamino.

Sean felices.

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