Publicado por El cambio radical de temperatura invitaba sin vuelta de hoja a caminar, a deambular en una mañana de domingo de esas que puedes inmortalizar en un lienzo donde no debes olvidar el azul cielo de Sevilla, los blanquecinos tonos de sus catedralicias paredes, el verdoso de sus hojas y la intensidad de su colorido allá donde otees, sean flores, personas o momentos. Y por supuesto hay que dejar patente esta agradable sensación de placer al caminar con una ligera y fresca brisa que mueve mi ensortijada, Real y Santa barba.
Cómo verso, Sevilla en un suspiro ha transformado las mismísimas Puertas del averno en el Paraíso terrenal que bien podría competir con el celestial y mientras, rendido sin lanzas observo la vieja estampa del aguaó, cantara en mano siniestra que camina hacia este Rey Santo sobre el adoquinado de la calle Alemanes y a lo lejos, allá por García de Vinuesa una fragua, y al atravesar tu Avenida un bufón ínfimo, otro, ataviado de oscuridad y sonrisa tan picara como el movimiento ambicioso de sus manos, calabacillas y un artista vestido de Dios Marte crean un ambiente festivo apreciado por la cohorte que pasea entre gozos sonrientes ensimismados en la belleza.
Una mulata entre guijarros, el viejo Menipo, y un perro más grande que su amo.
¿La Sevilla del siglo XVII en 2023?
¿Una costurera, unas hilanderas? El riguroso y elegante negro que tiñe las vestimentas masculinas por bandera. Miradas que parecen retratadas, reflejos desnudos…
Solo ha sido una ensoñación junto a dos jovenes a la mesa, sin lugar a la dubitativa sentencia, el triunfo de Baco y mientras, una vieja friendo huevos para bajar los efectos.
La Sevilla de Velazquez…
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