La nocturnidad se hizo y hasta Triana se quedó sin farolillos, atrás quedaron sus días, sí, los señalaitos.
El reino vive y maduros con él y en él, en un constante círculo de bendito vicio entre el montaje y el desmontaje.
Sevilla es una víspera en todo su ser.
“¿Qué toca ahora, compadre?”, se escuchaban en los ecos rebotados del Guadalquivir mientras se agotaban las luciérnagas que del puente colgaban.
“¿Ahora? Ve haciendo las maletas que nos vamos a Chipiona que nos está esperando mi cuñao.”
Y luego será Chipiona y la excusa de retomar fuerzas para cuando empiece el curso y los niños al cole, los cofrades a las hermandades ny volver y volver a empezar con la Navidad a un golpe de llamador extraordinario por Calle Castilla.
Y mientras, los almanaques se llevan de momentos vividos, y los ojos de lágrimas recordando dichos momentos viendo caer un botellín tras otro…
Y comenzamos a despedir la séptima mensualidad, y ya os habéis fundido la paga extraordinaria porque lo extraordinario sería lo contrario.
Y llegará agosto, a la vuelta de la esquina y Sevilla paraliza sus pulsos, late más lentamente, con más cautela porque hasta Sevilla tiene que coger aire para volver a volver…
¿Meyba de mil rayas presto y dispuesto?
Aquende seguirá este Rey Santo, en su ya aclimatada urna gozando de los silencios veraniegos, las callejuelas desiertas y las sombras de mediodía esperando gozoso que caiga una novedosa y bohemia noche para inspirar los vocablos encadenados y seguir recitando versos de enamorado a la imposible ser soñada.
Sean felices.
