Permitan que abandone la corona, Lobera, abra la tapaera de la urna y me escape una fracción temporal por tu barrio más sentío, Sevilla.
Chorreras abiertas, alpargatas de esparto, como aquellos vetustos costaleros buenos que tenían la dicho y este Rey Santo el gozo, de pasearme y ser paseado por ellos en mañana de jueves radiante en el reino más brillante.
Camisola del color de tu cinta rociera, el de las avellanas de estos fechas. Y es que Triana se transforma en felicidad, en fiesta, alegría y hermandad porque Un abrazo de verdad une más que cualquier contrato manuscrito.
Llegaron las datas señalaítas, llegó la Velá de San Joaquín y Santa Ana, para ti, para mí… La “Velá Santana”.
Ruego no me busquen en la inmensidad humana de una calle infinita, ruego si me encuentran no versen sobre mi Realeza y mucho menos mi santidad. Solo quiero ser Fernando, Fer e incluso Nando y gozar de una noche de bohemia entre bohemios, donde y del modo que el mismísimo Guadalquivir sienta envidia del caudal que recorre nuestras copas al brindar.
Suertudo que el faro Iluminado marcará mis pasos de vuelta, cuando pierda la cuenta.
Quiero ser Mirada que se pierda enamorado contemplando la belleza de la orilla de Sevilla.
Quiero ser los ojos que miran tu reflejo en el río.
Y quiero ser Rey Santo para el resto de los días.
Gocen pues de estos días marcados con letras verdes en el almanaque de Don Bosco al reverso del portón de la cocina.
