Lobera en mano, izada, e izado de mis aposentos acristalados brindo por Usted porque sus batallas vencidas serán gozo y regocijo del sevillano y sin titubeos, de este Rey Santo que acá manuscribe.
Promulgan que es mejor conocedor el diablo por vetusto que por poseer tridente, cuernos y el rabo muy largo, aunque ciertas longitudes, acompañados de manera metafórica con un grosor acertado, así como el volumen peso de ciertos atributos le deben acompañar a usted y su tropa gubernamental.
Aquende no hay batallones; aquende no existen gaviotas ni rosas; ni azulados ni bermejos aunque cada unicidad posee la libertad e incluso el libertinaje de llevar en el cerebelo, en el rincón de sus sentimientos y en el hueco de su Ética y Moral, aquello que considere y así debe seguir siendo porque Sevilla entiende de flores más que nadie y sabe que su flor es un clavel reventón y que su menor clavellina posee mayor don que cualquier edil de trabajo batallón que haya gobernado Sevilla.
Pero también es ilustrada en aves, la más sabia en ornitología y no titubea una alícuota dictaminar que solo hay dos pajaritos en el reino, el del azulejo de San Pedro y las columnas del parque que enaltecen la belleza del mejor de los atrezzos imaginados por el Altísimo, allá en su creación.
Terna de anualidades para dejarse la piel por la Reconquistada, para conquistar al agnóstico y para refundar una Sevilla que se desangra entre pasos, casetas y golpes de pecho. Barrios que sólo huelen a barrio cuando salen sus Titulares.
Vaya más allá, Sevilla debe conjugar otros verbos como el del crecimiento industrial, como el del izar tecnológico sin dejar a un lime lo tradicional.
No gobierne para los suyos que Sevilla no es de usted; no gobierne para ellos que Sevilla no tiene dueño.
Aquende la totalidad de mi apoyo incondicional mientras usted muestre y demuestre lo que versan sobre su persona y capacidad en los mentideros del pueblo; callejuelas y recónditas plazas dónde el eco se hace dueño. Pasillos catedralicios donde retumban las falacias políticas de costumbre tal vez dictaminen lo opuesto.
No titubee que la unión hace la fortaleza. No divida y ganará; sea justo y vencerá; no evite la realidad y tal vez, solo tal vez consiga en este mandato lograr alcanzar hacer verdad algo de su manuscrito libreto para el reino.
Un consejo: tal vez no deba fiarse ni de su propia sombra; tal vez crea usted en la veracidad, pero este Rey Santo le advierte porque exaltan que el que avisa no es traidor y hasta el Hijo del Altísimo tuvo uno en su tropa de amor. Ojuelo al tema e infinita fortuna en sus quehaceres.
Aquende me hallará para cuando plazca plática sincera, oreja capacitada para escuchar e incluso un hombro algo escuálido con el ligero roce de una de mis mejores chorreras para llorar.
Busque la felicidad del sevillano desde ya.
Fotografía: José Luis Sanz.
