Y en mi reflexión, Jueves Eucarístico. Solemnidad

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Y en mi reflexión, Jueves Eucarístico. Solemnidad.

Prosiguen, ahí siguen. No, no me persiguen ni deciden.

La calma se volvió fulgor, Sevilla, sus barrios un clamor.

Ya os lo advertí, este Rey Santo no vierte falacias, para la desgracia de algunos.

Explosión de júbilo que también concluyó. Sevilla se “emperegrinó” y a la Virgen Madre Mía del Rocío llegó. Caminos, los de siempre; botos, los de siempre; rezos, los de siempre pero siempre buenos y nuevos; Simpecaos y carretas. Las de siempre.

Y la Virgen salió y… todo concluyó. Regresa el sevillano pleno y un nuevo rumor acecha
Entre las tardes de calor y los extremos térmicos de una nocturnidad donde impera el frescor.

Domingo de reflexión, como en este Rey Santo últimamente es tradición y cuasi obligación.

Almidonadas las mejores galas, afilada Lobera, me pongo el mundo por montera y lo agarro con una mano.

Corona reluciente, barba de varios lustros. Ven sevillano quiero que me lleven tus pasos. A dieta hace unas fechas para qué portarme sea fiesta y no condena.

Y juntos en nuestra totalidad, acompañar a lo verdadero y fundamental: en Santo Sacramento de la Eucaristía pero claro, Sevilla es Sevilla y de ahí su grandiosidad. Todo presto, ultimando lo dispuesto porque Sevilla, una vez más, debe inundar sus callejuelas del centro neurálgico del reino, hecho ciudad, y rezar como Ella sabe, cómo nadie sabe y nunca jamás aprenderán.

Domingo de Solemnidad, de Tríada, de Santísima Trinidad.

Miren, miren al Altar; allá encuéntranse Dios Padre, Altísimo en su infinita gracia y bondad, Dios Hijo, que habitó y habita en cada uno de nuestros bolsillos en forma de postal y Dios Espíritu Santo que llegó por Pentecostés.

Sevilla sabe lo afortunada que es y así lo demuestra una y otra y otra vez.

Sean felices y no dejen de rezar. Les aseguro que funciona. Él siempre está.

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